jueves, 1 de abril de 2010

RENOMBRE

RENOMBRE


Mezclaba sonrisa y rubor, un periódico enrollado resultaba de gran utilidad a doña Ethel para aplicarme, con redoblado entusiasmo, un despiadado correctivo, maltratando repetidamente mi cabeza y espalda, mientras a duras penas intentaba cubrirme con manos y brazos; debilitado, al borde del desmayo por las risotadas que me causaba la ocurrencia. En ningún instante pensé que llegara a tamaña trascendencia… ¡el revuelo que produjo! Para mí, en aquel momento, fue una inocente broma sin mayores expectativas. Sí, eso nada más, simplemente una broma.
-Pobre don Luís-, reflexionó doña Ethel cuando se tomó un respiro-, ¡qué orgulloso estaría si supiera quien era su homónimo…!
-Sí, claro…, está bien, “el pobre don Luís” no es el gran poeta, pero tenga en cuenta: está considerado el mejor carnicero del pueblo y sus alrededores… Más quisiera el poeta-, y conseguí otro golpe en mi machucada cabeza.
-Mirá nene, seguí haciéndote el gracioso y el próximo coscorrón te lo doy con un palo.
-¿No sería el poeta un antepasado… del pobre don Luís?- y tomé distancia, por las dudas.

.Doña Ethel, mi empleadora, dueña del reparto de diarios y revistas, una mujer inteligente, comprensiva, bondadosa, solidaria…, infatigable trabajadora y lectora…, su presencia distraída de intelectual, detrás de esos anteojos de gruesos cristales, denunciaba una severa miopía…, quizás algunas de estas condiciones la hacían muy vulnerable a ciertas bromas aprovechando su ingenuidad desprovista de esas maldades de las que hacían gala los que no hallaban en que gastar su tiempo excedente.

Don Roldan, era en Escalada un apellido más, sin nombre, y lo peor, no tenía tan siquiera un apodo, justamente allí, donde ningún homo sapiens estaba a salvo. Siempre don Roldan aquí, don Roldan allá, y sería, pienso…, no se…, a su forma de ser, su estilo, su tránsito anodino por esta vida, bajo perfil, como dicen hoy, acentuado en su figura robusta y medio petizona, cubierta con una boina vasca, color indefinido su pañuelo tendido nudo galleta al cuello, camisa beige con rayas espaciadas, la negra faja sujetaba su bombacha bataraza y alpargatas…, aquellas, tan populares. Tendría una colección de estas sobrias prendas, siempre vestía igual, eso si, con pulcritud. Muy valorada su brillante cualidad de buen cortador, eso era todo…, y no era poco.
En un cuaderno doña Ethel anotaba al detalle el día a día de los clientes mensuales, que a fin de mes, por supuesto yo, su canillita, leía mientras ella confeccionaba las facturas…
-Fumis Angel: 30 El Litoral, 4 Maribel, 4 El Hogar.
-Neme Miguel: 26 La Nación, 4 Mundo Argentino, 1 Atlántida
-Dufrechou José María: 26 Crítica, 4El Gráfico, 4 Goles, 4 Mundo Deportivo.
-Alcaraz Raúl: 30 El Litoral, 4 El Gráfico.
-Azzoni Argentino: 30 El Litoral, 4 El Tony, 4 Radiolandia, 4 Coche a la vista.
-Roldan: 30 El Orden.
-Nene, ¿sabés el nombre de don Roldan?- Me despertó doña Ethel
-Sí señora, se llama Belisario-. Respondí atajando un bostezo
-¿Sí…? ¿Como el autor de la oración a San Martín?
-Tal cual... ¡Padre nuestro que estás en el bronce…!- Ya estaba despierto
-¡Que lindo…! ¡Mirá vos…! ¡Que casualidad!- Quería mucho a todos los escritores, este poeta era uno de sus predilectos. La vi tan entusiasmada que no aclaré que se trataba de una broma…, de todas maneras me agradó. Pensé…, no va a pasar nada.
A la mañana siguiente dejé la cuenta y El Orden a la señora de Roldan y a la tarde, flameando la bataraza, a media rienda, y, un solo movimiento, sofrenó su caballo, voleó su pierna derecha sobre éste, desmontó ágilmente frente a la librería e irrumpió aún envuelto con el polvo de la frenada, casi corriendo, descomedido, encrespado… a pesar de que le quedaron los pelos apuntando al cielo, como un caraguatá, al manotear su boinita y descubrirse cortésmente antes doña Ethel que, asombrada, confundida, abría los ojos como para comerse los lentes…
Apenas si saludó Roldan y ya estaba exponiendo su protesta.
-Señora disculpe, pero usté me mandó una cuenta que no es mía-, hasta medio tembloroso de fastidiado estaba.
-Es la suya don Roldan, usted es el único mensual con ese apellido...-, seguía sin entender doña Ethel. Por otra parte era el único Roldan en el pueblo, para más datos ni parientes, ni hijos le conocíamos.
-Perdone señora, pero acá dice Belisario Roldan y yo me llamo Luís… ¿Eh…?- ¡Mierda que estaba irritado! ¡Más que irritado…! ¡Caliente estaba… el Luís Roldan!
-¡Oh…! bueno don Luís-, después de esto jamás se olvidaría ese nombre la atribulada señora… ¡Como para olvidar!- ¡Por favor…! Quiero pedirle mil disculpas señor. Resulta que no sabía su nombre y pregunté, alguien me dio ese y allí se produjo la confusión. Nuevamente le pido que me perdone don Luís, le juro no tuve en ningún momento intención de ofenderlo.
-Lo se señora, está bien, -, contestó ya calmado don Luís desde lo más alto del pedestal, soberbio, con una piadosa sonrisa-, nunca falta ¿vio?, algún chistoso… No tienen nada que hacer.
Y ya, enhorquetado en su caballo, exclamó:
- ¡Há…! mire si viá tener ese nombre ¡tan fiero!

Dante Moreira

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