jueves, 1 de abril de 2010

Mitos, leyendas y seres sobrenaturales

Mitos, leyendas y seres sobrenaturales

Por lo general, las palabras mito y leyenda se utilizan como sinónimos. Sin embargo, es posible establecer entre ambos algunas diferencias, aunque, en muchos casos, los límites entre una y otra sean imprecisos.

El mito está relacionado directamente con lo sagrado, por lo tanto, sus protagonistas son dioses y héroes ligados a esos dioses, que los protegen o los ponen a prueba. Los hechos evocados trascurren en un tiempo impreciso, en el que las deidades tienen un trato directo y cercano al hombre.
En las leyendas, no existe tal proximidad a los dioses y, aunque ocurren cosas maravillosas o aparecen seres sobrenaturales, estos hechos no se consideran sagrados.
La cultura popular argentina es depositaria de infinidad de mitos, leyendas y seres sobrenaturales. Muchas de estos relatos provienen de las distintas etnias aborígenes que poblaron el actual territorio argentino y, en general el mismo relato varía de zona en zona sin perder lo medular del mismo. Otras veces, los relatos surgieron del sincretismo experimentado por las poblaciones conquistadas.
Al provenir de la etapa prehispana, la mayoría de los relatos pertenecen al mundo rural y se destacan las fuerzas de la naturaleza. La influencia española, con su fuerte religión católica, son claramente distinguibles pues los protagonistas que aparecerán en ellas serán exógenos al mundo americano: animales, plantas, personajes y roles nuevo se mezclan con los ancestrales seres y relatos.
Nacidos oralmente y conservados en ese soporte por mucho tiempo, algunos de ellos fueron debidamente recopilados, más cientos de ellos siguen viviendo sólo en la memoria y las lenguas que no los dejan desaparecer. Otros tantos han desaparecido con quienes los crearon y el paisaje que les dio origen.
Orales o escritos estos relatos conforman el folclore argentino. Representan una cosmovisión forjada a la sombra del sincretismo y de un mundo que poco a poco perece a la luz de la modernización.

Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina
EL antropólogo tucumano, Adolfo Colombres, es uno de las personas que recorrió los caminos del mito en la argentina desde una mirada que valoriza al mito como una manera válida y abarcativa para entender el origen y la identidad de los pueblos, respetando la configuración que los indígenas y criollos dieron a sus "seres sobrenaturales". Del libro, Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina, Ediciones del sol, rescatamos algunos de ellos.

Mboi- Yaguá
Víbora con cabeza de perro, que ulula en los bañados y esteros de la región guaraní.

El Cachirrú
También llamado Cachurú. Divinidad maligna muy temida en la región de Mailín, Santiago del Estero. Se lo representa con una forma de un descomunal lechuzón de poderosas garras y agudo pico. Su plumaje es gris oscuro y ríspido, degradando en cerdas a la altura de las piernas. Sus ojos enormes y fosforescentes, brillan como hoguera en la sombras. Esta luz y sus gritos agoreros son las únicas señales que denuncian su vuelo silencioso.
Se dice que puede alzar a un hombre por los aires o desgarrar su cuerpo en un santiamén. Pero prefiere arrebatarle el alma a la hora de su muerte, para convertirlo en un fantasma terrible.
Vive en las más inaccesibles marañas del monte, donde el hombre no penetra. Pero como estos montes son cada vez más escasos, su reinado declina y hasta parece concluido.

E-Yara
Es el Padre de las Aguas de los guaraníes. Suele convertirse en flamengo de encarnadas plumas para acercarse así a los jóvenes, a las que reduce de tamaño con sus encantamientos y lleva a su morada. Se presenta también como un enano de cabellos rojos y larga barba blanca. Muy conocido en la Laguna Iberá.

El Toro Súpay
Toro Diablo. Conocido en Santiago del estero, especialmente en los feraces montes montes del río Saladillo y el resto de la región saladina. Ricardo Rojas lo describe como de estatura gigantesca, cabeza redonda, entre humana y taurina. Las narices, y su boca parece una tropa llena de bramidos. Otras descripciones recogidas por Bravo y Franco destacan sus cuernos de oro.
Protege a la hacienda, y le da un grado de prosperidad inalcanzable por los medios naturales. Pero es preciso para esto que el dueño de la misma haya realizado un pacto con el Súpay. A la muerte del dueño, éste no solo cargará su alma, sino también su hacienda. Al amanecer del día siguiente, mientras aún dure el velorio, los corrales estarán vacíos.

Negros del Agua
Se trata a parecer de una leyenda originaria del Brasil. Es indudable su parentesco con el Y-Póra, pero hay diferencias que impiden confundirlo con aquél. Los Negros del Agua son enteramente negros y calvos, y al parecer de menor tamaño del Y-Póra, por lo que se los llama también Negritos del Agua. Sus manos y pies tienen membranas interdigitales, como las palmípedas. Según una versión, poseerían un solo ojo grande.
Suelen andar en grupos, lo que es muy raro entre seres sobrenaturales. En las siestas ardientes ahogan a los niños que se acercan a l agua, y al atardecer, o en las noches de luna, a los navegantes, tumbando sus canoas. Se los ve con frecuencia emerger de una laguna, pero al percatarse de que son observados se ocultan de inmediato. Su hábitat es el Noroeste Argentino, Paraguay y Sur de Brasil.

Ajuntsaj
Es el Carancho, héroe salvador de los matacos.

Yasí-Yateré
También Yacy Yateré. Hermoso enano rubio y barbudo que recorre el campo desnudo, con un sombrero de paja en la cabeza, y en la mano un bastón de oro que jamás abandona, por ser el arma que le permite hacerse invisible y disponer de otros poderes sobrenaturales. Se dice que en la parte superior de este bastón se halla el silbato que produce el estremecedor llamado que advierte su presencia y deja sin dormir las mujeres cuando lo escuchan de noche. Otros afirman que el autor del silbido es un misterioso pájaro, pero las descripciones que se hacen del mismo son tan variables e imprecisas que solo sirven para probar lo insostenible de la aseveración.
Otras descripciones sostienen que lleva los pies hacia atrás, que es viejo, rengo y feo, que en vez de bastón lleva en la mano una caña, vara o lazo, e incluso que tiene cuatro talones. En este último caso se llama pytá-Yobay. Según Martínez Gamba, los mbyá no lo conocen. Para León Cadogan, el origen de este mito podría ser el Jakarendi de los aché-guayakí.
Habita en la selva. Su guarida está en los troncos, de donde sale por las siestas, y a menudo también de noche, sobe todo en las de luna llena. Rapta niños para jugar un tiempo con ellos, lamerlos y abandonarlos luego en un monte, envueltos en enredaderas. Otras veces los ahoga en un arroyo al que los conduce con engaños, o los retiene para enseñarles a robar niños. También secuestra muchachas hermosas para satisfacer sus apetitos sexuales, naciendo de tales uniones criaturas que revelarán luego las mismas inclinaciones del padre. Los raptados por el Yasí-Yateré sufren un ataque de epilepsia o algo semejante al cumplirse un año del hecho.
Le gusta la miel silvestre. También mascar tabaco, por lo que algunos, para granjearse su amistad, alimentan su vicio, dejándole una hojas en los sitios que frecuenta. La ofrenda puede consistir también en otras cosa de su agrado. A los pocos días se mostrará al que así busca su compañía, le hablará y se convertirá pronto en su amigo fiel, que lo ayudará a salir airoso de las empresas más difíciles. Pero si se olvida un vez de dejarle el regalo habitual, montará en cólera y se volverá su más encarnizado enemigo.
Su leyenda está muy difundida en Corrientes, Misiones y Paraguay. En Río Grande do Sul se lo conoce como Sacy. Se afirma allí que tanto el Sacy como el Yasí-Yateré son guardianes de la selva, símbolos de lo útil y bello que debe ser preservado de toda destrucción insensata.

El Lobisón
Según Cámera Cascudo, esta leyenda arranca de la tradición greco-latina. Para Teófilo Braga, su origen sería escandinavo. Cervantes se refiere a ella en Persiles y Segismunda. Para los franceses vendría a ser el loup-Garou. Menéndez y Pelayo nos habla de su vigencia en San Miguel de los Azoes, donde lo llaman Lobishómen. No obstante estos antecedentes foráneos, Daniel Granada insiste en que ya era conocida en el Plata mucho antes de la llegada de los españoles, lo que no deja de resultar plausible dada la existencia de otros hombres-animales en el área guaraní, como el Yaguareté-Abá. Está muy extendida en el litoral, y especialmente en Corrientes y Misiones. También la conocen en Río Grande do Sul y otras regiones de América, con nombres como Lobisone, Lobisonte, Lubisón y Luisón.
El Lobisón s siempre el séptimo hijo varón seguido de una pareja, así como la séptima hija mujer seguida será bruja. Su representación más frecuente es bajo la forma de un perro negro y corpulento, de orejas desmesuradas que le cubren la cara y con la que producen un fuerte chasquido. Sus patas se parecen a pezuñas, y sus ojos son fulgurantes. Su color suele ser bayo o negro, según la piel del animal en el que se combinan las naturalezas del perro y el individuo. También es común representarlo como un animal en que se combinan las naturalezas del perro y el cerdo. Con menor frecuencia se lo describe como un aguará-guazú (lobo de crin), una oveja, un cerdo o una mula.
La transformación no ocurre en cualquier momento, sino a las doce de la noche de la noche el viernes, y a veces también del martes. Un tiempo antes, el hombre que padece esta “enfermedad” experimenta una sensación extraña, y luego una acuciante necesidad que lo lleva apartarse de sus semejantes y ganar la intimidad del monte, donde a la hora señalada se quitará la ropa y dará en el suelo tres vueltas “carnero”, de derecha a izquierda, mientras reza un credo al revés. Se opera así la metamorfosis, y sale entonces de correría hasta que el canto del gallo lo devuelva a su humana condición. Durante esa noche, los perros aúllan enloquecidos, advirtiendo su presencia. Va a los chiqueros, gallineros y corrales en busca de excrementos, su más preciada comida. También suele vérselo en los cementerios,revolviendo tumbas en busca de carroña. DE tanto en tanto, para balancear su inmunda dieta, comerá un niño no bautizado. Parece despreciar la carne de los adultos.
Si alguien lo hiere con un cuchillo, el Lobisón recobrará su forma humana, pero el comedido redentor se expone así a ser muerto por el monstruo. Lo mejor es matarlo con una bala bendita. EL impacto lo volverá a su forma humana, y será un hombre muerto lo que encontrará el tirador. Si sólo lo hiere huirá por el monte tratando de alcanzar su caza.
El hombre que se convierte en Lobisón suele ser alto, flaco, escuálido. Se lo reconoce por el tomo amarillento de su rostro y su mal olor, que a veces llega a la pestilencia. Es descuidado el vestir, y si carácter huraño, intratable. Todos los sábados cae en cama enfermo del estómago, por las porquerías que comió en la noche.
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Prof. Hernán Agustini

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