jueves, 1 de abril de 2010

Ariel Acuña



Ariel Acuña

El encuentro entre la cancion y el chamame


Tradicionalmente el mapa musical de Corrientes con respecto al chamamé daba cuenta de tres regiones diferenciadas entre si: la costa del Paraná donde el cadencioso bandoneón de Mario del Tránsito Cocomarola dejo su impronta, un centro tarragosero y la costa del río Uruguay donde la delicadeza del señor del acordeón don Ernesto Montiel domina. Con el tiempo debido a la expansión que experimento el chamamé y sus múltiples estilos, estas fronteras se fueron desfigurando entremezclando y ampliándose hacia el resto de las provincias litorales. A pesar de esto, cuando se esta ante la presencia de un músico de Corrientes y en este caso un cantautor talentoso preguntarle por su origen remite muchas veces a su formación musical, a su forma de sentir y vivir el chamamé.
Ariel Acuña: Tema “El Sol de los Cielos Limpios”


Ariel Acuña nace el 23 de Enero de 1961 en los pagos correntinos de Paso de Los Libres, aunque su niñez y adolescencia lo encontraron en un lugar cercano al pago de nacimiento, un pueblo llamado “La Cruz” donde la influencia jesuítica marca la cultura de la región y le proporciona su sello distintivo.

De familia de músicos y chamameceros, su abuelo Braulio Manuel Miño- le dedicó un tema al que tituló “El Abuelo Braulio”- ejecutaba el acordeón de dos hileras, varios tíos y sus hermanos, Néstor toca el piano y el acordeón y su hermana Alicia es una excelente cantante a pesar de no dedicarse a la música, también se destaca la influencia que tuvo su padre Ramón “Montaráz” Acuña, guitarrero y cantor con quien desde los seis años Ariel ya recorría los festivales de la región.

Como señalamos anteriormente, por origen Ariel fue formado musicalmente desde la esencia montielera, aunque se recuerda con su padre cantando temas de Transito que tan magistralmente interpretaba el dúo Cáceres-Almeida, Cáceres-Molina o Cáceres-Verón, y recuerda los bailes de campo u orilleros en la zona costera al Río Uruguay desde Santo Tomé hasta Paso de los Libres, en los que según cuenta debían tocar a veces desde las 21 hs. hasta las 7 u 8 de la mañana en verdaderas maratones chamameceras.

También recuerda las visitas ilustres como el Paí Julián Zini que visitaban su casa y que tanto influyeron en el a la hora de dedicarse o pensar su oficio no solo en lo que respecta a la interpretación sino también en lo que respecta a su trabajo autoral.

Sin embargo si tenemos que situar el trabajo de Ariel Acuña tenemos que hablar de mediados de los `70, a partir de una renovación musical que experimenta el chamamé con la aparición de Imaguaré, Antonio Tarrago Ros, Zito Segovia, Pocho Roch, que siguiendo una escuela en el chamamé que tiene su origen en Osvaldo Sosa Cordero, Alberico Mansilla pone el acento en la canción y el chamamé como espacio de expresión. De esta manera, aparecen estructuras poéticas que más que ajustarse a una estructura melódica vuelan libres sobre el vibrar de la guitarra o el sonar de un acordeón, consecuentemente se generan, a veces, melodías mas complejas con muchas tonalidades que permiten dar cuenta de una nueva forma de poesía en el chamamé. Estas transformaciones permitirán al chamamé ampliar el horizonte hacia otro público que no era tradicionalmente chamamecero pero que a su vez se identificaba con esta nueva búsqueda que pronto se transformaría en un componente ineludible de la música litoraleña. Cuando se le pregunta por esta revolución chamamecera Ariel muestra absoluta conciencia de estos cambios y cree que “hay un antes y un después de Pueblero de allá Ité”.

Sin embargo esta construcción artística será algo que aparece a través del tiempo en Ariel Acuña. A los 15 años lo encontramos formando un dúo con su hermano Néstor que se sostenía sobre un repertorio basado en la música latinoamericana actuando en los festivales de la zona. Este primer proyecto concluye cuando Ariel termina la secundaria y se va a Pasos de los Libres a iniciar sus estudios universitarios, los cuales se interrumpen en forma temprana ya que llamado por su vocación viaja a Buenos Aires a estudiar locución, sin embargo su acento litoraleño le impide ingresar a la carrera y comienza a estudiar periodismo. Cuando lo aquejaba la etapa de exámenes se ve obligado a elegir entre sus obligaciones universitarias o asistir a una gira por el interior del país. Su vacación musical fue más fuerte y desde entonces se aboca a su oficio de cantor y autor chamamecero.

Tuvo cruces interesantes con Antonio Tarrago Ros en grabaciones y en escenarios, compartió cuatro años con Teresa Parodi en su etapa de mayor éxito lo que le permitió recorrer los escenarios más importantes de país. Desde 1991 inicia su carrera como cantor solista, obteniendo ese mismo año el galardón que otorga el Festival Nacional de Cosquín: El Premio Consagración.

Cuenta actualmente con dos materiales discográficos, además de haber intervenido en grabaciones con artistas como Teresa Parodi, El Chaqueño Palavecino, Jairo, Hnas. Vera, Alfredo Casero, Mateo Villalba y Enrique Llopis, entre otros. En la actualidad desarrolla paralelamente actividades como docente en el “Programa Cultural en Barrios” que realiza el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en donde se genera un espacio de capacitación para personas de los diferentes barrios de la Capital que si bien no son profesionales tienen una vocación por cantar o tocar la guitarra. Muestra preocupación por el hecho que la política y los políticos están de espaldas de los temas culturales y duda sobre los motivos que generan este estado de situación y reflexionando sobre el tema se pregunta si se deberá a ignorancia, desinterés o una premeditada política de aculturación. A pesar de todo Ariel Acuña es optimista y no tiene miedo en afirmar: “el chamamé tiene publico, si se organiza un evento, con buenos artistas y bien promocionado la gente asiste, el chamamé tiene fiestas importantes cada vez mas exitosas como el Festival de Corrientes, Mburucuyá, Federal o el de Margarita, el chamamé debe ser una de las expresiones de nuestro folclore que mas publico tiene”. De esta manera, Ariel Acuña pone a consideración de los lectores de Santa Fe Nativa su último material discográfico “Días Nuevos”.

Además de todo este trabajo artístico, en sus últimas actuaciones nos muestra como parecen querer seguir su huella sus hijos Rocío Ayelén, 13 años y Leonardo Ariel, de 11, quienes ya comparten junto a su padre los distintos escenarios donde se presenta, cantando esta música que aman profundamente haciendo que una cuarta generación de esta familia musiquera transite sendas chamameceras.
Javier Gastón Gómez Maidana.

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